No dejes de pensar en el mañana...

Óscar Campos   23/06/2018

Foto interior del álbum Rumours (1977).

Foto interior del álbum Rumours (1977).

Óscar Campos

Ha escuchado radio desde que recuerda: pasó horas de infancia y adolescencia cerca de una bocina oyendo de todo, desde La Hora Exacta hasta Radio Variedades....

Para Liz.

Es una de las imágenes que más me impactan en la cultura del rock: Fleetwood Mac en el escenario, algún día de 1977. Al frente están Lindsey Buckingham y Stevie Nicks: él con una guitarra, ella con su pandero. Él lleva la voz principal, ella se une en los coros y, cuando lo hace, lo mira. Le está cantando.

Le está diciendo "go your own way": "toma tu camino, vete, desaparece".

Es la canción que Buckingham le escribió a Nicks, una de tantas. Cuando ella lo mira pueden sentirse la rabia, el dolor, el amor roto. Y eso se percibe en todo el disco, grabado mientras dos parejas se separaban, en larguísimas sesiones de cocaína y alcohol, perfeccionismo asfixiante, encierro y creatividad desbordada. Nunca una terapia grupal generó tanta belleza.

Rumours es uno de los grandes álbumes de rock, de los que más copias han vendido y mayor influencia ha tenido en músicos posteriores. Al escucharlo las razones se revelan: es resultado del caos, el dolor, los reclamos, el exceso... y de la intensa y profunda humanidad de sus creadores.

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En sus inicios, Fleetwood Mac era una banda de blues muy eficaz, que giraba alrededor de la creatividad de Peter Green. Sus primeros álbumes formaban parte de la corriente sesentera detonada por John Mayall, Eric Clapton, Jimmi Hendrix, Janis Joplin o los Rolling Stones. No olvidemos que el rock and roll es hijo del blues y el country: una relación interracial que heredó el ritmo, la sexualidad, la intensidad y la rebeldía a una generación que necesitaba ser distinta.

El remolino que cerró los años sesenta giraba en sentido del blues porque los jóvenes tenían más preguntas que respuestas. La sicodelia había empujado a sus escuchas hacia el interior y el blues es la música íntima por excelencia: la que corre lentamente, arrastrando el dolor de ser humano.

Pero al terminarse el sueño y convertirse el rock en espectáculo, el blues regresó a los pantanos. No había espacio para ese sonido entre los brillos del glam, los viajes astrales del progresivo o el blitzkrieg del punk. Lo que quedó vivo, común denominador de estos géneros, fue el viaje al interior de los laberintos del corazón.

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Para 1974 Green se había ido y sólo quedaban el baterista Mick Fleetwood, John McVie (cuyos apellidos dieron origen al nombre de la banda) y Christine Perfect, una tecladista que adoptó el apellido McVie al casarse con el bajista, todos británicos. En ese año conocieron a una pareja de estadounidenses que recién habían lanzado un álbum: Lindsey Buckingham y Stevie Nicks.

Originalmente, la idea era contratar a Buckingham como el guitarrista oficial, pero él se negó a aceptar si no integraban a su novia: Nicks. El resultado fue inmejorable. El grupo refrescó su propuesta, se incorporó al pop rock y sacó jugo al talento autoral de los recién llegados y de Christine. Su primer álbum juntos, Fleetwood Mac (1975) fue un éxito inmediato: la profundidad de Stevie generó dos clásicos (Rhiannon y Landslide) y McVie pudo brillar con sus canciones de amor en el filo de la navaja, en este caso Say You Love Me.

Así que en 1976 se propusieron hacer un álbum aún más exitoso, pero antes de empezar a trabajar las dos parejas se habían disuelto. No sólo eso: mantenían romances con los otros miembros de la banda. La tensión los llevó a no interactuar durante las sesiones de grabación, que empezaban a eso de las dos de la mañana, después de horas de fiesta, alcohol y droga. Agotados, los músicos se ponían a grabar y eso ayudó a generar la furia y la desesperación que empapan el disco.

Y contra todo pronóstico Fleetwood Mac pudo grabar otros tres álbumes durante la siguiente década; no al nivel de Rumours, pero sí muy por encima de la media: el experimental Tusk (1979), el subvalorado Mirage (1982) y Tango in the Night (1987), muy popular, pero ya con signos de desgaste.

 

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La estructura de Rumours es un viaje despiadado por las aristas del alma, sobre todo cuando ha sido desgarrada por un corazón roto: una canción de dolor y desamor, seguida por una de fe y esperanza. El resultado es terapéutico: un grito seguido de un consuelo, un llanto seguido de un brillo de sol.

La primer frase lo define: “I know there’s nothing to say: someone has taken my place”. Es el inicio de Second Hand News, engañosamente luminosa, que esconde en su ritmo pegajoso la certeza de la infidelidad.

Sigue la etérea belleza de Dreams, la canción que llevó a Stevie Nicks a la cumbre de las hechiceras de la música. Luego, el breve juego de guitarras de Never Going Back Again para dar entrada a la inmensa Don’t Stop, quizás la canción más feelgood de la historia (ni modo, Pharrell).

Pero el corazón no deja de latir: debe estallar y Go Your Own Way es justamente esa explosión. La canción va añadiendo capas y capas, sonidos sobre sonidos, un caos controlado puntuado por la frase del título, que se libera en una catarsis de guitarras y una batería que, casi al final obliga al corazón a cambiar de ritmo. Es perfecta.

Lo que viene es más suave, pero no menos intenso. Christine McVie cierra el lado A con la belleza de Songbird, una canción de amor por el amor que uno mismo ha de sentir algún día, quizás, otra vez. El lado B comienza con The Chain, que a veces suena a compañerismo pero casi siempre a condena: a la imposibilidad de olvidar.

You Make Loving Fun es una canción de amor engañosamente simple: está dedicada a un amante, no a la pareja estable: quizás por eso sigue I Don’t Want To Know. Christine McVie repite el juego con Oh Daddy, antes de cerrar con Gold Dust Woman, la única canción que escapa del autismo de la banda: está dedicada a una amiga de Nicks, víctima de la adicción. Aunque, quizás, está dedicada a la misma Nicks.

Y todo esto con un sonido que rebasa cualquier empaque temporal, mezclando géneros y añadiendo detalles por todas partes. Buckingham guitarrista está al nivel de los mejores de la historia y la batería de Mick Fleetwood grita, se hace protagónica.

Lleno de experimentación sonora y producido de manera impecable por Richard Dashut, la mezcla de Rumours llevó casi tanto tiempo como las grabaciones: seis meses en estudio, cinco en posproducción. El resultado se resume así:

 

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En febrero de este año, Rumours fue elegido para ser preservado en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser “culturalmente, artísticamente o históricamente significativo”.  Así se unió a las obras más importantes de la cultura anglosajona, confirmó su estatus de retrato de su época y su enorme influencia sobre la música que vino después.

Pero el mayor honor que este álbum ha recibido está en el corazón de quienes lo escuchan: Rumours es la confirmación de que es posible sobrevivir a la oscuridad, al fracaso y al dolor.

Que no hay que dejar de pensar en un mañana.

Un mañana que pronto estará aquí.

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